lunes, 3 de mayo de 2010

El "interprete" deja al Barca sin final en Madrid


El partido de vuelta de la segunda semifinal de la Champions 2010 se presentaba muy emocionante. El Inter de Milán, un equipo con vocación defensiva, había aprovechado el factor campo y tenía contra las cuerdas al actual campeón, un F.C. Barcelona que volvió de San Siro en avión, pero con un 3-1 en contra en la maleta. Tal vez el esfuerzo del viaje en autobús de más de 1.000 kilómetros debido a la suspensión del tráfico aéreo en Europa pasó factura a la plantilla azulgrana, que fió todo a la vuelta en el Camp Nou.

Un homenaje al cattenaccio.

Allí llegaron ambos contrincantes, no sin antes un duro cruce de declaraciones en el que destacaba Piqué con su 'arte de la guerra', Motta y 'las piscinas', y por supuesto, Mourinho y 'la obsesión del Barça con el Bernabéu'. El técnico neroazzurro, un especialista en estas lides, calentó el partido y puso a 'la gent blaugrana' con ganas de callarle la boca. Pero no pudo ser, es difícil silenciar a 'Mou'. Aparte de haber sido intérprete y ser provocador, el técnico portugués sabe jugar partidos importantes. Planteó un homenaje al cattenaccio italiano regalando el balón al Barcelona, lo que más le gusta, por lo que ambos equipos se encontraban en su salsa, uno con el esférico en su poder y otro con diez hombres detrás de él. Los culés intentaron por todos los medios derribar la muralla 'mourinhista', pero una y otra vez rebotaban con los duros y veteranos defensas. Sólo en los últimos minutos, otro zaguero reconvertido a ariete, el joven 'Piquénbauer', hizo soñar a los espectadores del Camp Nou con un gol en posición dudosa.

La Cibeles descansa tranquila.


Desde Madrid se oían los gritos de aliento al Inter, que había aguantado casi todo el partido con un hombre menos por expulsión de Motta. Los azulgranas todavía creían en un gol salvador, como tantos otros habían marcado en situaciones críticas que habían llevado a futuros e importantes títulos. Pero esta vez no fue así, y el Barcelona se quedará sin su soñado y tal vez obsesivo viaje a Madrid para jugar la final de la Champions, que será entre el Bayern de Munich y el Inter de Milán. Cuentan por la capital que cuando el árbitro pitó el agónico final, la Cibeles respiró aliviada.


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